Desde niño fui esclavo del temor,
caminé en sombras, sin amor.
Pero una voz rompió mi noche fría…
El Espíritu me despertó,
su susurro tierno me llamó:
“Ya no eres siervo, eres mi hijo”.
Abba, Padre… Abba, Padre…
📖 “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre.” (Romanos 8:15)
Mis lágrimas mojaron el ayer,
pensé que Dios no me iba a ver,
que era muy tarde, muy herida…
Pero su gracia me alcanzó,
mi corazón Él restauró,
y oí su voz decirme: “Tú eres mía”.
Abba, Padre… Abba, Padre…
📖 “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.” (Jeremías 31:3)
Ya no vivimos en esclavitud,
el miedo huyó con Su luz,
la cruz gritó que somos aceptados…
Coherederos del Gran Rey,
sellados por el Santo Rey,
el cielo en mí, el cielo en tus abrazos…
Abba, Padre… Abba, Padre…
📖 “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo.” (Romanos 8:17)
El mismo Espíritu de amor
da testimonio al corazón:
"Tu nombre está escrito en mi libro"...
Y si sufrimos con Jesús,
también reinamos en Su luz,
vestidos de victoria en Su camino…
Abba, Padre… Abba, Padre…
📖 “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” (Romanos 8:16)
📖 “Si sufrimos, también reinaremos con Él.” (2 Timoteo 2:12)
Hoy canto libre ante Su altar,
nací de nuevo, hay paz real.
Su ley ya no está fuera… está en mi alma.
No es religión, es comunión,
su pacto vive en mi canción,
y entre sus brazos canto con esperanza…
Abba, Padre… Abba, Padre…
📖 “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo.” (Hebreos 8:10)
Somos tus hijos, oh Señor,
tu amor nos dio nuevo valor…
Y para siempre a Ti clamamos:
Abba, Padre… Abba, Padre…
Abba, Padre… ¡Tú eres nuestro Dios!
📖 “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.” (1 Juan 3:1)
Hay palabras que trascienden el tiempo, que no se apagan en medio del dolor ni de la soledad. Una de esas palabras es: “Abba”, el clamor más íntimo, el suspiro del alma que reconoce a Dios no solo como Creador, sino como Padre cercano, tierno y eterno.
Esta alabanza nace del encuentro entre la fragilidad humana y la fidelidad divina.
Es el relato de aquellos que caminaron en sombras de temor, que se sintieron huérfanos del amor, pero fueron alcanzados por una voz suave que susurró:
“Ya no eres esclavo… ahora eres hijo.”
“Abba, Padre” es un himno de identidad, una declaración de pertenencia. Nos recuerda que:
✨ El Espíritu Santo nos libera del miedo y nos conduce a la confianza filial.
✨ Que no estamos solos ni olvidados, sino amados y escogidos desde la eternidad.
✨ Que en Cristo ya no somos siervos, sino hijos y coherederos del Reino.
✨ Que aún en medio del sufrimiento, tenemos una herencia incorruptible en la gloria.
Es más que un canto, es un abrazo eterno. Es escuchar al cielo abrirse para llamarnos por nombre y envolvernos con la certeza de que pertenecemos al corazón del Padre.
Al cantar “Abba, Padre”, dejamos de ser extraños, dejamos de vagar en soledad, y nos rendimos a la verdad más hermosa:
📖 “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.” (1 Juan 3:1)
Este no es solo un canto de adoración. Es un grito de identidad, de fe y de amor filial.
Porque quien clama “Abba” nunca más está solo… sino en los brazos del Padre.